Buenos Aires, Argentina


Conocí a Inés Garland https://www.instagram.com/garlandines/ a través de sus libros «Una reina perfecta» y «Una vida más verdadera» y además por sus traducciones de autoras como Lydia Davis, Lorrie Moore y Sharon Olds, entre muchas otras.
El año pasado, Mandolina Libros https://www.instagram.com/mandolinalibros/ organizó una charla donde Inés Garland fue invitada a conversar sobre Diario de una mudanza, su último libro, en el que aborda un tema que me interesa especialmente: la menopausia. Tema del que se habla poco y nada y en otros casos se lo trata con cierta vergüenza, como si fuera un tabú.
Aquella tarde de noviembre, Inés habló con la misma naturalidad, honestidad y sentido del humor que transmite en el libro. Contó anécdotas personales, compartió reflexiones profundas y lo hizo con una calidez y cercanía que me generaron una gran admiración.
Diario de una mudanza es un libro que leí de un tirón y que me hizo reír, pensar y emocionar. Es un libro que recomiendo muchísimo y de manera especial a los hombres.
Con Inés Garland se generó un interesante ida y vuelta de mails y le agradezco de todo corazón su generosidad por sumarse a este espacio para que podamos conocer un poco más sobre qué hacen las escritoras y escritores cuando no están escribiendo.

LzT: Me contaste que tiras el tarot ¿cómo y cuándo fue ese primer encuentro con las cartas?
IG: Entre los nueve y los quince años me pasaba los fines de semana, las vacaciones de invierno y cuanto fin de semana largo hubiera en el campo con mi mejor amiga y su familia. Amaba a la madre de mi amiga, una mujer de grandes ojos verdes, un perfume dulce y un aura de misterio perturbadora. A la noche, ella se quedaba sola en el living, tirando las cartas en la mesa de juego. Usaba una baraja inglesa, la misma con la que a la tarde jugaba a la canasta. Yo la espiaba desde el pasillo, sentada ahí, con su vaso de whisky que oscilaba en el fieltro verde de la mesa bajo la lámpara, rodeada de oscuridad. Me tiró las cartas una vez a mis trece años y me dijo que me iba a enamorar de un chico que estaba muy cerca, la profecía se cumplió. Ese fue mi primer contacto con las cartas como método adivinatorio y también mi primer contacto con lo esotérico.
Varias veces, en la juventud, fui a tirarme las cartas. Mi gran pregunta era si las cartas no me condicionarían y escribí un cuento a los veinte años sobre una pareja a la que una bruja les pronosticaba que ella iba a engañarlo a él y como eso hacía que él la empujara a engañarlo.
A los 27 años, una mujer me adelantó que las complicaciones con un hombre, que todavía no habían empezado, se prolongarían en el tiempo, tanto, que la cara se le iba transformando de preocupación. Por suerte tengo mala memoria y viví esas complicaciones día a día, año a año, como es la vida. A los cuarenta encontré los apuntes. Entendí el peso que debía haber sentido por ver con el ojo de la mente lo que me dijo ese día, también lamenté que me lo hubiera comunicado de manera tan ineludible.

LzT: ¿Cuándo te interesaste por aprender y con quien o quienes te formaste?
IG: Hace cuatro años empecé a estudiar tarot con mis amigos escritores Julián López y Mercedes Araujo. Nos juntábamos todos los sábados. Cada uno preparaba una carta. Ellos dos sabían algo más que yo. Nos enseñábamos uno al otro, mirábamos videos en You Tube. Al tiempo empezamos a hacernos tiradas. Eso nos llevaba a contarnos nuestras cosas. Esos sábados con ellos cocinábamos, comíamos delicias, tomábamos vino y tirábamos las cartas. Desarmábamos nuestros monstruos, nos reíamos, llorábamos, nos acompañábamos. Julián descubrió a la tarotista Alejandra Mendez en You Tube (@quieroaprendertarot) Empezamos a seguirla. Yo me obsesioné. En 2024, lanzó una mentoría y no dudé en anotarme. Mis amigos fueron dejando la práctica del tarot y yo me metí cada vez más. Nuestros encuentros, por suerte, siguieron, aunque yo sea ahora la que lleva las cartas.
En la mentoría me hice de amigos de otros lugares, de otras provincias de la Argentina, de España, de Chile, de México, de Uruguay, con los que armamos un grupo para reunirnos de manera virtual y seguir practicando. En estos tiempos difíciles, les tiro las cartas a mi familia y a mis amigos y hace unos meses a gente que no conozco.
Ale Mendez tiene una manera muy generosa y particular de enseñar tarot. Su visión me develó que no me interesa tanto el costado adivinatorio de las cartas sino la conversación que se tiene con ellas. Las cartas le contestan al costado más profundo y más sabio de mí misma cuando me las tiro para mí y al costado más profundo y más sabio del consultante cuando se las tiro a otra persona.
Establecí una relación con las cartas, estudio mucho, escucho otras lecturas, pero aprendí a confiar también en mi propio vínculo con el tarot. Hay tarotistas que son, además, videntes, pero lo cierto es que el tarot abre las puertas de la percepción. No quiero saber el futuro. Las cartas proyectan el momento presente al futuro. Si las cosas siguen como están, el desenlace sería este, dicen. Pero ponerle conciencia a nuestra vida puede cambiar los desenlaces. Las cartas, por ejemplo, pueden advertirnos de que lo que nos pasa es apañado por nuestro propio sistema de creencias, que eso es lo que podríamos revisar para que las cosas cambien. O nos pueden decir que no estamos siendo coherentes con nuestros deseos más profundos y esa es la causa de nuestra insatisfacción.
Pueden hablarnos de esos deseos más profundos, pueden cuestionar ese sistema de creencias ayudándonos a descubrir de dónde viene y qué es lo que deberíamos volver a pensar para que esa realidad que nos hace infeliz cambie.
También pueden hacernos mirar de frente una obsesión, una mala elección, un cuento que nos hacemos a nosotros mismos que no es honesto o que no nos hace justicia. Pueden poner en evidencia una injusticia que no estamos viendo, un engaño, una confusión. Pueden desenmascarar los miedos que nos impiden entregarnos a la vida. Y también pueden decirnos que ahí nomas, al alcance de la mano, está lo que más anhelamos, pero no lo estamos viendo. Y estos son sólo unos pocos ejemplos del abanico de posibilidades que tiene esa conversación con las cartas. El tarot cambió muy profundamente mi manera de estar en la vida. Es eso lo que me interesa facilitarle a otros cuando les tiro las cartas.

LzT: ¿Usas algún mazo en particular ¿Tenes algún ritual preparatorio?
IG: Tenía desde hacía años un mazo del medieval tarot de Marsella, pero el de Raider White, creado a principios del siglo XX, me pareció más claro, sobre todo para aprender los arcanos menores. Me compré un tarot Mucha, diseñado como tributo a Alphonse Mucha, el gran artista del Art Nouveau, y con el tiempo encontré otro Raider White de un tamaño que me resultó más maleable.
LzT: ¿Cómo ves el creciente interés por el tarot y lo esotérico en estos tiempos?
IG: Estos son tiempos muy desafiantes para la humanidad. El paradigma conocido cambia a una velocidad muy difícil de acompañar. El interés por el tarot y lo esotérico viene muchas veces de la ilusión de control, un intento inútil de evitar la incertidumbre. En la inmensa oferta de respuestas, hay quienes se aprovechan de esa desesperación y quienes la acompañan de otras maneras.
Creo que la respuesta más profunda es justamente la de la entrega a la vida. El asunto, por lo menos para mí, es entregarme con los ojos abiertos tratando de ponerle consciencia a los procesos y a mi responsabilidad con mi vida.

LzT: ¿Hay algún mito que quieras derribar sobre el tarot?
IG: Hay muchos mitos. Uno de ellos es el que mencioné en la primera pregunta: el condicionamiento. Y no puedo desarmarlo totalmente porque eso depende mucho de la clase de conversación que se tenga con las cartas. El peligro de fijar un relato existe. Pero para mi, el peor es la asociación del tarot con la oscuridad y con la brujería dañina. Creo que la oscuridad y la brujería existen, la voluntad de hacer daño existe, el mal existe, claro. Donde más luz hay, más oscuridad hay también. Basta con ver una lámpara encendida en una habitación oscura para saber eso.
Sin embargo, cada uno de nosotros puede encender un pequeño fuego y darles su hospitalidad a los que lo rodean. Las cartas son una forma de hospitalidad, una manera de abrazar y acompañar. Son un lenguaje. Para mi decir “no creo en las cartas” o “no creo en la Astrología” es como decir “no creo en el francés” o “no creo en el swahili”. Son lenguajes. El lenguaje esotérico habla de otras dimensiones, sí, pero cuando se abre la percepción, esas otras realidades son evidentes. Se hace más evidente que nada que hay demasiado que no sabemos y no conocemos. Después, cada uno va por donde puede. La mente aterrada cierra las puertas, y sabe lo que hace, porque conversar con esos otros planos de la realidad requiere estar bien amarrado a la materia de este mundo, al corazón y al deseo de estar vivo. Y ahí están los cuatro palos de las cartas: las espadas (la mente), los pentáculos (la materia), las copas (el corazón) y los bastos (el deseo).
Desde siempre el ser humano necesitó entender y entenderse y calmar la angustia de su conciencia de fugacidad. El esoterismo da cuenta de ese intento. Yo vivo con el escepticismo y la fe en iguales proporciones. Creo y descreo a la vez de todo. Y así debe ser, imagino, porque en este mundo las dos caras de la moneda conviven en cada cosas. En todo caso, es una manera de andar que me hace sentir conectada, más despierta y lo más disponible posible a los cambios, a los encuentros y a todo lo que la vida proponga.

Bio Inés Garland
Es escritora, traductora y coordinadora de talleres de narrativa. Sus obras para adultos, jóvenes y niños han sido traducidas a varios idiomas y sus relatos forman parte de antologías en diferentes lenguas. Es autora de los libros de cuentos La arquitectura del océano y Con la espada de mi boca, Una reina perfecta y de las novelas El rey de los Centauros y Una vida más verdadera.
Publicó también las novelas para jóvenes Piedra, papel o tijera (ganadora del premio Deutscher Jugendliteraturpreis), Lilo (ganadora de los premios Ala Delta y Strega Ragazze e Ragazzi) y De la boca de un león (premio Alandar).
En 2018 obtuvo la beca Looren para traductores. Entre otros tradujo a Tiffany Atkinson, Sharon Olds, Lydia Davis, Lorrie Moore, Mavis Gallant, Jamaica Kindcaid, Julie Hayden y Bette Howland.
En 2024 Penguin Random House Grupo Editorial publicó Diario de una mudanza.
PEDAZO DE MÍ, adaptación teatral de un cuento homónimo escrito por Inés Garland en el libro Con la espada de mi boca. Interpretada por Luz Palazón y dirigida por Augusto Pérez
Sábados a las 22hs en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960 CABA.






Deja un comentario