Buenos Aires, Argentina

Tuve la suerte de conocer de una forma más cercana a Vera Giaconi https://www.instagram.com/veragiaconi/ el año pasado, durante un taller de escritura en el que fue mi docente por un par de clases. La energía que transmite esta cuentista uruguaya, que ha vivido toda su vida en Argentina, es contagiosa.
Llegué a su obra a través de Seres queridos, un libro de cuentos que me impactó con relatos perturbadores e intensos, y hasta por momentos incómodos y sin embargo imposibles de soltar por lo bien narrados y por su extraña belleza.
Le agradezco enormemente a Vera que con muchísima gentileza se haya sumado a este proyecto para contarnos qué disfruta hacer cuando no escribe.
LzT: Cuando te pregunté si tenías un hobby me dijiste que no pero sin embargo hay muchos intereses en tu vida fuera de lo relacionado con escribir . Me gustaría empezar con el cine ¿Tenés alguna película que hayas visto muchas veces sin cansarte?
VG: Definitivamente mi película de cabecera desde hace muchísimos años es “Tiburón”. A esta altura es un vínculo que se fue alejando de mi experiencia como espectadora de esa película, o de lo que puedo pensar o decir para destacarla entre tantísimas otras, pero sigue funcionando como marca de identidad, es una camiseta que no me saqué en tantos años como sí me fui quitando otras que pudieron representarme en distintas etapas de mi vida.
Con “Tiburón” sigo teniendo la emoción de una fan, o de ese “otra vez”
infinito de la infancia, y todavía hoy, cuando el insomnio amenaza, le doy play y me relajo y descanso.
Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi, es más, recuerdo cómo era el
videoclub y el estante de donde saqué esa película. Después vino lo demás, verla una y mil veces porque la alquilé una y mil veces y después seguir viéndola con las diferentes tecnologías y en cada plataforma donde la encuentro. Lo extraño es que tengo todo tipo de parafernalia de “Tiburón”, desde la remera a los imanes y el póster, pero nunca la compré, ni en videocasete, ni en cd, en ningún formato, nunca. La veo ahí donde me la encuentre, y este año, que se cumplen cincuenta desde su estreno, ruego para que a alguien se le ocurra proyectarla en algún cine para poder verla, por primera vez, en pantalla grande.


LzT: ¿Qué género es el que más disfrutás?
VG: Va cambiando. Durante mucho tiempo podría haber respondido que los policiales, más tarde que el terror, hoy busco sobre todo documentales que me ayuden a pensar y entender este presente o que me sirvan como ventana para asomarme tanto a universos que me interesan como a los que desconozco completamente. El documental, además, es siempre un género que requiere del otro lado algún tipo de obsesión, y las obsesiones ajenas me fascinan.
LzT: Me contaste además que las plantas ocupan un lugar especial en tu casa, incluso viviendo en un espacio con poca luz natural. Por eso quería preguntarte cómo y cuándo empezaste a interesarte en ellas?
VG: Quizá haya empezado cuando tuve mi propia casa, porque no puedo pensar en una casa sin plantas. Y no es un interés académico, no podría decir que soy alguien que sabe mucho de plantas, es más una relación intuitiva, pragmática y cotidiana. Pero reconozco también otro factor y es el del desafío. Porque hace muchos años ya que vivo en una casa con interiores muy oscuros y con una terraza donde el sol cae a pleno y hace difícil la subsistencia de muchas especies. Por eso las plantas que tengo en casa son guerreras, supervivientes casi, que se adaptan a situaciones hostiles, entonces a mi interés por ellas se suma una cuota de admiración. Las miro con orgullo, no por lo que yo pude haber hecho para ayudarlas, sino por lo que ellas logran en condiciones tan adversas.
Como lo que cuenta la gran Hebe Uhart en “Guiando la hidra”, también siento que son una presencia importante en mi casa, cada una con su temperamento.



LzT: ¿Tenés alguna planta preferida, de esas que te alegran el día apenas las ves?
VG: Un limonero que regaló mi hermano hace muchos años y que sigue prosperando y dando unos limones perfectos y que ya se recuperó de mil plagas y que me dejó toda rota cuando lo tuve que trasplantar la última vez. Es el titán de mi terraza. Y un pequeño cactus que me regaló una amiga hace muy poco pero que ocupa un lugar especial en mi escritorio, por su belleza y por lo que ella y yo sabemos que significa.

LzT: ¿Sentís que tener plantas influye en tu proceso creativo o en tu rutina diaria?
VG: En mi proceso creativo no, pero sí son parte de mi rutina diaria. Sobre todo en verano, que es cuando tengo que estar más atenta al riego y a las plagas. Las ventanas abiertas de la casa invitan a muchas pestes.
LzT: Otra cosa que me comentaste y me parece interesante es que te gusta dibujar. ¿En qué momentos lo hacés?
VG: Dibujo como distracción, como pasatiempo, como juego. Mi mamá era profesora de dibujo y cuando era muy chica me enseñó algunos fundamentos básicos que me ayudan a hacer no sólo garabatos. Con el tiempo me fui dando cuenta de que es algo a lo que recurro cuando necesito pensar. Pongo música, abro cualquier cuaderno de hojas lisas, un lápiz negro de punta blanda y dibujo, cualquier cosa, o intento copiar alguna imagen.
No es una actividad creativa, no lo hago por eso, es una actividad que me mantiene concentrada, relajada y quieta (combinación casi imposible para mí de otra forma), pensando.





LzT: ¿A partir de alguno de tus dibujos surgió una historia para un cuento?
VG: Seguramente sí, por esto de que dibujo para pensar, y a veces en lo que tengo que pensar es en lo que estoy escribiendo o en lo que quisiera escribir.
Bio Vera Giaconi
Vera Giaconi nació en Montevideo en 1974, pero vive en Buenos Aires desde muy chica. Escritora, editora y docente, ha trabajado durante años en el mundo editorial y actualmente coordina talleres y clínicas de escritura.
Publicó dos libros de cuentos que dejaron una marca en la narrativa contemporánea: Carne viva (2011), editado por Eterna Cadencia, y Seres queridos (2017), por Editorial Anagrama. En ambos, Vera se adentra con maestría en los vínculos familiares, afectivos y en los costados más filosos de la intimidad.
Sus relatos —realistas, inquietantes, a veces incluso perturbadores— muestran un gran manejo del lenguaje y una mirada muy afinada sobre lo cotidiano. Seres queridos fue finalista del Premio Ribera del Duero y ya ha sido traducido a varios idiomas.
Vera Giaconi es, sin duda, una de las voces más sólidas y potentes del cuento en lengua española actual.






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