Córdoba, Argentina

LzT: Antes que nada, José, muchas gracias por sumarte al proyecto Antes que ganen el NOBEL. En nuestra charla me recordaste que fuiste quien impulsó la creación del grupo de WhatsApp de El Faro, un espacio que se volvió un lugar de intercambio de lecturas y actividades y que es muyvalioso para todas y todos los que participamos.
JM: Te diría que casi fue algo involuntario, un impulso. Lo que pasa es que el proceso de escritura se me torna muchas veces muy solitario. Le quitás tiempo a tu familia, a tus amigos, a tu laburo. Todo para encerrarte en soledad a seguir en la cacería de tus fantasías y plasmarlas en el papel de la manera más genuina posible. Creo que la búsqueda de un taller literario es también la búsqueda de compartir ese mundo interior con un otro. La literatura como experiencia también comunitaria, de ida y vuelta. Por eso me interesa tanto lo que vos hacés en Antes de que ganen el NOBEL.
La propuesta de formar el grupo de WhatsApp surgió de esa necesidad de compartir experiencias, y se ve que éramos muchos porque tuvo una aceptación inmediata apenas lo propuse en el chat durante un intervalo del Faro https://www.instagram.com/nauexperiencias/. El teléfono me explotó de mensajes y casi me perdí la segunda mitad del encuentro porque no paraban de llegarme solicitudes de aceptación. Fue un poco avergonzante (después le pedí disculpas por mail a Pedro y a Inés) porque mucha gente hacía el pedido de inclusión por el chat mientras el invitado estaba hablando. Pero creo que valió la pena el despiole. Elegí poner a todos como administradores, de manera que cualquiera pudiera traer a su vez a más personas interesadas.
Hoy es un grupo consolidado que no para de crecer, y donde intercambiamos opiniones de textos, sugerencias, y materiales de lectura. Es un grupo donde abunda la generosidad y el ánimo para seguir en esta maravillosa actividad de la lectura y la producción de textos literarios. Y así uno se siente un poco menos solo.

LzT: Sos biólogo, venís de lo que suelen llamarse “las ciencias duras” y sin embargo la literatura siempre estuvo presente en tu vida. ¿Cómo nació ese interés de alguna manera paralelo por la lectura y la escritura?
JM: Me lo he preguntado muchas veces, pero la verdad es que no lo sé (a “ciencia cierta”, jejejeje). Supongo que la cercanía con la literatura viene de mis padres. Mi vieja fue profesora de literatura fantástica y una semióloga muy destacada en Latinoamérica. En esa casa había libros por todos lados, se disfrutaba del cine, la pintura, las historias de familia repetidas como un mantra. Los fines de semana a la tarde-noche veíamos La aventura del hombre de Pancho Ibañez, documentales de Jacques-Yves Cousteau y Cosmos de Carl Sagan. Supongo que ahí tiene que estar el germen de mi acercamiento a las letras y a las ciencias. Esta especie de mirada asombrosa del mundo.
Pero cuando era chico no me gustaba leer, ¿eh? Según me contaron, yo afirmaba que los libros decían todas mentiras, y prefería explorar el mundo por mí mismo. Tomaba muestras de la naturaleza (piedras con brillos especiales, patas de langosta, colas de lagartijas) y las guardaba en un cofre que aún conservo.
Empecé a leer tímidamente cuando mi vida era un quilombo durante la adolescencia, y desde ahí no paré. Alimentado por esas lecturas, en algún momento necesité escribir mis propios textos.
A los veinte y chirolas empecé un taller literario que me marcó de por vida y donde aprendí las primeras cuestiones técnicas de la escritura. Recuerdo un momento especial: yo estaba terminando mi tesis doctoral en Ciencias Biológicas y había impreso varios ejemplares borradores de esa tesis. Como las páginas estaban impresas a simple faz, yo escribía mis ideas y textos literarios en las páginas en blanco del borrador de tesis. Vos veías la tesis doctoral de un lado y al dar vuelta la página te encontrabas con un texto manuscrito con ideas y literatura.
Me cayó la ficha de esto recién cuando terminé uno de los ejemplares, y pensé: acá hay algo. La literatura es mi cofre. No sé muy bien qué será, pero acá hay algo muy mío.

LzT: Me contaste que siendo muy joven participaste en un taller de escritura con María Teresa Andruetto. Me imagino que en ese momento también cursabas en la universidad. ¿Cómo fue combinar dos mundos tan distintos?
JM: Precisamente ése fue el taller del que te hablaba recién. El taller de mi querida Tere https://www.instagram.com/mariateresaandruetto/. Una maestra en el sentido más profundo de la palabra ¿Cómo fue combinar mundos tan distintos? Antes que nada fue una necesidad, no lo pensé demasiado. Nos juntábamos una vez por semana en un departamento prestado, que funcionaba como sala de fisioterapia y kinesiología.
Escribíamos y leíamos al lado de las camillas. Por eso yo le decía a Tere que algo se me había curado o roto para siempre ahí en ese espacio. Recuerdo que éramos siete, ocho alumnos, de todas las edades. Leíamos textos de autores reconocidos o no tanto, los analizábamos como quien desarma un juguete para ver cómo funciona. Después leíamos textos propios, que le entregábamos a Tere para que nos diera una devolución. Compartíamos la devolución entre los alumnos también.
Cuando les comentaba a mis colegas de la Facultad que estaba yendo a un taller literario siempre me preguntaban: “Pero qué escribís, ¿ciencia ficción?” Como si el quehacer científico como profesión no te permitiera escribir o pensar desde otro lado. Eso me ponía loco. Hasta ahora, nunca he trabajado la ciencia ficción.
LzT: De aquella experiencia surgió El Triunfo, tu primer libro de cuentos. ¿Qué significó para vos publicarlo? ¿Cómo viviste ese primer paso editorial?
JM: Soy muy vago para las cuestiones editoriales. Recuerdo que me costó muchísimo tomar la decisión de publicar. Había estado trabajando en los cuentos durante muchos años, y los tenía guardados en mi compu. Ya estaba con otros proyectos literarios en mi cabeza. En un momento supe que no los iba a publicar nunca si dejaba pasar el tiempo y no me ponía manos a la obra.
Mi vieja me leyó el escrito y me hizo sugerencias supercopadas, Tere Andruetto me ayudó con la presentación, mi hermano Luis me dio una mano gigante con el diseño de tapa, mi mujer me alentó como nadie. Durante la presentación estuvo toda mi familia, mi hijo más grande de bebé, amigos de toda la vida, y personas que hacía una vida que no veía.
Durante los meses que siguieron a la presentación, la gente se acercaba y me hacía comentarios del libro, me contaba historias propias, me alentaba para que siguiera escribiendo. Ahí entendí que se cerraba un círculo, y que la publicación del libro es una instancia más de la experiencia de escritura.
LzT: Años más tarde, y ya sin el acompañamiento de un taller, publicaste Productos Naturales, otro libro de cuentos que además lleva el nombre de una de las materias que dictás en la Universidad de Córdoba. ¿Cómo apareció esa idea de unir ciencia y literatura?
JM: Otra necesidad. La lectura y la escritura de textos literarios es la otra cara de la escritura y lectura de textos científicos. En la facu soy profe de una materia maravillosa llamada Química de Productos Naturales, dictada para la carrera de Ciencias Biológicas. Ahí estudiamos la naturaleza química de pigmentos naturales, alcaloides, conceptos increíbles de ecología química que recuerdan al lenguaje más primigenio: alelopatía, feromonas.
Leo y escribo textos literarios en los momentos que sobran, en los momentos que logro robarle a mis compromisos profesionales y a mi familia. Me gusta que sea así. En general escribo por las tardes, luego del laburo, antes de cenar. Durante los días de semana trabajo con datos duros, proyectos con hipótesis y diseño estadístico, equipamiento de última generación, esas cosas.
Por las tardes me pongo a fantasear y me miro para adentro. En algún punto son dos actividades opuestas y complementarias. Superman y Clark Kent, sin caseta telefónica. Un vizconde demediado. Esa sensación de desdoblamiento me resulta a veces incómoda y media jodida. El libro Productos Naturales fue un intento de unir esos mundos: mi pasión por las leyes que rigen la naturaleza y el asombro que me producen. No sé si lo logré.

LzT: En algún momento viajaste varias veces por mes desde Córdoba a Buenos Aires para asistir a un taller que Pedro Mairal dictaba en Eterna Cadencia. Más allá de que tuviste que dejarlo por cuestiones de tiempo y distancia, ¿cómo fue esa experiencia y qué te dejó?
JM: A Pedro https://www.instagram.com/pedromairal/ lo sigo desde hace muchísimos años. Para mí es una especie de Chaman, el tipo. Alguien que no sólo hace literatura en términos formales, sino alguien que te ayuda a potenciar tus propios talentos y que saca lo mejor de vos. No sé bien cómo lo hace. Casi no conozco a otros escritores que me hayan producido tanta alegría en la lectura. Santiago Llach https://www.instagram.com/santiago.llach/ dijo que Pedro tiene la virtud de producir felicidad en el lector. No lo hubiera podido decir mejor. No recuerdo dónde vi el anuncio de su taller en Eterna Cadencia https://www.instagram.com/eternacadencia/, pero al leerlo no tuve dudas de que me iba a inscribir, aunque significara viajar toda la noche y al día siguiente en colectivo. Fue un esfuerzo enorme, físico y mental. No lo pude sostener.
Al otro día tenía papers que escribir, compromisos atrasados y no me podía concentrar. Quedaba como pisando en otro lado. En cada encuentro me sentía como Montero, el protagonista de Sabrina Love. Pero en lugar de viajar para encontrarme con la estrella porno de mis fantasías, me encontraba con Mairal y su arte de crear felicidad con la palabra y la imaginación. No pude seguir, tuve que largar. Ahora con los encuentros virtuales en El Faro y Dentro del Poema tomo revancha de toda esa época.
LzT: Me comentaste que estás en la etapa final de una novela que probablemente se publique el próximo año. ¿Cómo fue pasar del cuento a la novela? ¿Qué desafíos y descubrimientos encontraste en el cambio de género?
JM: ¡Espero que así sea, y se publique pronto! Todavía no lo doy por sentado. Yo estoy acostumbrado a los cuentos. El género de la novela supuso nuevos desafíos para los que no estaba acostumbrado. Hace muchos años atrás escribí una novela que nunca se publicó ni se publicará. Espero que ésta no tenga el mismo fin. Comparado con un cuento, toda novela es un texto de largo aliento.
Entonces ahí necesitás trabajar mucho la continuidad, el equilibrio en el registro, y que el texto no parezca escrito por cincuenta manos diferentes. No es sólo una cuestión de números de personajes o complejidad de la trama. Durante los años de escritura uno cambia horrores. Semana a semana uno cambia y sigue escribiendo. Entonces hay un trabajo de interiorización de lo que se escribe, como quien escucha un tema musical que después te acompaña durante todo el día.
Uno se sienta a escribir y debe saber cómo era esa música, por más que hayan pasado semanas o meses. Y después está el laburo de descarte y de pulido. Alguien me dijo una vez que escribir cuentos es pescar con caña, y escribir novelas es pescar con redes. Cuando hay que descartar, se descarta. Cuando hay que reescribir se reescribe. Hay que hacer de tripas corazón y sacar todo lo que sobra o resta al texto, así sea la eliminación de meses enteros de trabajo de un solo plumazo.

LzT: ¿Cómo te llevas con la página en blanco y con la corrección?
JM: Son las dos instancias de las que hablaba antes. La creación de un texto a partir de algunas ideas o intuiciones, y el trabajo de corrección o pulido. Para mí lo más desafiante es siempre la primera etapa porque hay muchísima incertidumbre y uno tiene que lidiar con bloqueos o situaciones que no había previsto. En mi compu y cuadernos tengo un montón de textos inconclusos que nunca encontraron su forma.
También hay ideas que al principio parecen con potencia pero que después decidís abandonar. Siempre hay una tensión entre el texto que uno tiene en la cabeza y el que termina escribiendo. A veces ese texto no tiene el valor que esperabas y está bueno dejarlo en pausa o tirarlo a la basura.
En la etapa de corrección me siento mucho mejor, en general la disfruto más que la etapa puramente creativa. Me gusta mucho podar, y sacar, y reescribir lo que haga falta. No necesito publicar porque no vivo de la escritura, y lo que escribo lo hago para mi placer.
No tengo ningún apuro en terminar si siento que el texto tiene algún valor literario. Realmente disfruto la etapa de corrección y hasta exagero algunas veces. En esta etapa vos ya visualizás el texto. Está ahí, cerquita. Uno acaricia esa panza literaria y se queda pensando cómo será ese texto cuando nazca. Cómo no querer seguir corrigiendo y soñando un poco más.
LzT: ¿Qué estás leyendo?
JM: Siempre estoy leyendo literatura argentina. Creo que el ochenta por ciento de los libros de mi biblioteca son escritores argentinos. Devoro todo lo que encuentro de mis autores preferidos, por eso no menciono obras en particular. De los últimos autores descubiertos puedo mencionar a Magalí Etchebarne, Salomé Esper, Inés Ulanovsky, Sara Mesa, Fabio Morábito. Me encantan Vera Giaconi, Mori Ponsowy, Eugenia Almeida; Eduardo Berti, Alejandra Kamiya.
Siempre vuelvo a Gustavo Nielsen, Pedro Mairal, Fabián Casas, Leila Guerriero, María Teresa Andruetto, Ana María Shúa. Libro que veo de ellos, libro que compro. Y después los clásicos, no sé, Cortázar me rompe la cabeza, Borges, Castillo, Uhart, Gorodisher, grandes maestros. Los poetas Juan L. Ortíz, Joaquín Gianuzzi, Oliverio Girondo, qué se puede decir. Sé que me olvido de un montón de autores que frecuento, pero no quiero hacer esta lista interminable.
De autores latinoamericanos me encantan Guadalupe Nettel, Santiago Roncagliolo, Mario Levrero, Alejandro Zambra. De vez en cuando le hago a los ensayos y ahí se me viene a la cabeza algunos textos de Fabián Casas, María Negroni, Benjamín Labatut. En internet hace poco descubrí a María Popova (The Marginalian) en https://www.themarginalian.org/about/. Una locura.
LzT: ¿Tenés alguna librería favorita?
JM: En Córdoba tenemos librerías maravillosas. Suelo visitar a El Espejo https://www.instagram.com/elespejolibros/, El Emporio https://www.instagram.com/elemporiolibros/, Volcán Azulhttps://www.instagram.com/volcanazullibros/.
Rubén libros https://www.instagram.com/rubenlibros/ me ha dado una mano gigante vendiendo ejemplares míos en consignación. Quedan pocos libreros como Rubén, están en extinción. Lo que él recomienda le pongo la firma de texto al menos interesante. Por cuestiones de tiempo, comodidad o dificultades para conseguir la obra, muchas veces también compro por internet. Por supuesto cada vez que voy a Buenos Aires trato de visitar alguna librería. Ahí Eterna Cadencia es una de mis preferidas.
LzT: Tengo el Whatsapp del genio de la lámpara ¿Qué le pedirías?
JM: Le pediría que cuidara de mi familia, y que les dé tanta felicidad como ellos me dan a mí cada día.

LzT: ¿Compartirías un texto con nosotros?
Las formas del fuego– Del libro Productos Naturales
–Lo que voy a contar no es sólo de miedo –dijo el dueño del parador–. También trata del poder de las apariencias.
La ronda de muchachos comenzó a abuchearlo entre risas y chiflidos. Era una franca violación al acuerdo inicial: en el fogón nocturno sólo se contarían historias de terror.
Pedí silencio. Los relatos se habían extendido más de lo esperado. Estaba haciendo mucho frío en aquel bosque, y temí por la salud de los campamentistas. El dueño del parador se había ofrecido gentilmente a participar del fogón y yo, como instructor en jefe, no había podido negarme. Dije que escucharíamos este último relato y luego iríamos a dormir a las carpas.
El dueño del parador sopló sus manos para calentárselas. El vapor de su boca se tiñó del color de la fogata. Bebió unos tragos de su taza de café y carraspeó antes de hablar:–Es una historia que contaba mi abuelo –dijo, solemne–. Una historia que empieza con la aparición de un torso humano en el codo de un río, sobre la entrada al pueblo donde él vivía.
José Meriles
Contacto
José Meriles https://www.instagram.com/josemanuelmeriles/
Docente de la Universidad Nacional de Córdoba e investigador del CONICET en temas como microbiología del suelo y química orgánica. Tópicos que parecieran estar alejados de la literatura






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