Buenos Aires, Argentina

Conocí a Claudia Piñeiro https://www.instagram.com/claudiapineiroescritora/ una tarde de abril de este año en Mandolina Libros invitada por la librería a leer un fragmento de Elena sabe (publicado en 2007) a pocos días de que saliera a la venta su nuevo libro La muerte ajena.
En realidad conozco a Claudia Piñeiro desde mucho antes, a través de sus libros. Empecé con Las viudas de los jueves allá por el 2005 y desde entonces no dejé de leerla: Tuya, El tiempo de las moscas, Catedrales, Las maldiciones, Las grietas de Jara, La muerte ajena entre muchos otros títulos.
Debo confesar que me da cierto pudor acercarme a las personas que admiro, pero no quería dejar pasar la oportunidad de preguntarle a una escritora que no para de escribir, de leer, de recomendar series y obras de teatro qué hace en su tiempo libre.
Agradezco la generosidad y predisposición de Claudia al sumarse a este proyecto que nos permite saber un poco más sobre escritoras y escritores que nos acompañan en nuestros momentos libres.

LzT: Me contaste que tenés un jardín y una huerta y que disfrutas de cuidar y dedicarle tiempo a las plantas ¿De dónde viene ese interés?
CP: Nací y me crié en una casa en Burzaco, una localidad en la zona sur del Gran Buenos Aires. Vivíamos al lado de mis abuelos y teníamos jardín y patio pero además separada por una ligustrina había una huerta. Eran terrenos muy largos y los fondos de mi casa y la de mis abuelos se conectaban. En el patio y jardín teníamos flores y en la huerta, mis abuelos cultivaban de todo.
Mi abuelo pasaba horas removiendo la tierra con la pala, con la azada, sembrando o cosechando lo que tocaba según la época del año. Yo crecí viendo cómo sacaba nabiza, lechuga, papas, cebollas, tomates (con gusto a tomate no como los que compramos en la verdulería que no tienen gusto a nada), brócoli, zanahorias y hasta algunos frutales. Supongo que lo de las plantas me viene de cuando era chica, de ese ritual que tenía con mis abuelos.


Mi hijo mayor salió amante de las plantas y ahí recuperé ese tema que tenía como olvidado. Durante algún tiempo solo me dediqué a tener flores y macetas para decorar la casa y cuando mi hijo creció y empezó a hacer huertas me volvió todo lo que había hecho de chica. Volvió el recuerdo emotivo y mi hijo se sorprendió de que supiera hacer ciertas cosas. Ahora en mi casa tengo plantas decorativas, otras que crecen salvajes y una huerta chica para alimentarnos pero nada comparado a lo que tenía en la casa de mi infancia.
LzT: ¿Estar con las plantas te desconecta, te relaja?
CP: Estar con las plantas es relajante porque no tengo que usar el cerebro sino las manos, aplicar la intuición, ver por qué algunas plantas se están muriendo o están cada vez mejor, cuestiones que me conectan con otro tipo de pensamientos




LzT: Otra cosa que disfrutás son los juegos de mesa ¿A qué jugas?
CP: Me encantan los juegos de mesa, otra cosa que viene de la infancia porque a mis papás les gustaba jugar y era habitual hacerlo durante los fines de semana. También es un gusto que comparto con mi pareja actual y con mis hijos. Jugamos sobre todo juegos de cartas y dependiendo de cuántos seamos elegimos el juego: la podrida si somos varios y si estamos solos con mi pareja jugamos al burako con cartas que nos resulta más fácil.
El burako con fichas si es con otras parejas o amigas. A veces pasa que como muchas son especialistas se juega con la idea ganar o ganar y ahí me divierte menos, porque a mi me gusta jugar por jugar no para competir.
LzT: Si bien decis que no sos competitiva crees que te destacás en algún juego, que sos casi imbatible 😉 ?
CP: Soy buena al Tuttifruti y al Scrabble. También a Los números que es un juego que viene de la infancia y se lo enseñé a mis hijos y que me resulta fácil. No digo que otros no puedan ganarme pero yo siento que en ese soy buena 😉

LzT: Caminar es una de tus actividades favoritas ¿tenés algún ritual como circuitos fijos? ¿vas acompañada? y si vas sola ¿usas auriculares?
CP: Camino sin auriculares. Si estoy en la casa donde crecieron mis hijos (que todavía conservo, fuera de la ciudad) y voy sola, leo mientras camino porque es una zona tranquila, sin peligro de que me atropelle un auto.
Muchas veces salgo acompañada, así que no llevo nada: voy conversando. En general, camino con mi pareja o con amigas. Si estoy en la ciudad nos pasamos a buscar y los circuitos son más o menos fijos, ya sé cuánto hay que recorrer para cumplir con una hora, si ese es el objetivo. Y cada vez que tengo que ir a algún lugar, si la distancia es de media hora o cuarenta y cinco minutos, seguro voy caminando. Más de una hora ya no, porque siento que pierdo demasiado tiempo en el traslado.
LzT: Hablando de caminar, hace unos años hiciste el Camino de Santiago. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Hiciste alguna preparación o entrenamiento antes del viaje?
CP: El Camino de Santiago lo hicimos tres parejas. La preparación, al principio, tuvo que ver con armar un pequeño botiquín: cremas como árnica y otras para los pies, que se te pueden ir arruinando durante el camino y necesitás tener los recursos para solucionarlo. También bastones, medias y calzado adecuado.
En cuanto a la caminata, empezamos aumentando de a poco: de 5 kilómetros pasamos a 10, para ir ganando resistencia, aunque nunca llegamos a los 20 que después terminamos haciendo allá. Una de mis amigas, que trabaja en turismo, se encargó de organizar las paradas y de que nos llevaran los bultos. Todos teníamos más de 60, así que fue un alivio enorme dejar el equipaje en un hotel y encontrarlo en el siguiente.



El camino que hicimos fue el francés, el que hace la mayoría y donde se atraviesa gran parte de Galicia. Para mi tuvo una connotación especial porque toda mi familia tanto por parte de madre y padre vienen de ahí. Es una zona que me resulta familiar.

Lo que más rescato es la sensación de comunidad. Todos con los que te cruzás te desean que llegues, siempre te dicen “¡Buen camino, buen camino!”. El objetivo es cumplir con lo que uno se propuso, pero en el medio sentís el acompañamiento de quienes van haciendo lo mismo y también de la gente que te encontrás en el trayecto. Hay como una buena onda general para que todos logremos llegar a destino.
Tanto nos gustó que probablemente haremos otro fragmento del camino de Santiago para ver otros paisajes y ciudades.


Claudia Piñeiro https://www.instagram.com/claudiapineiroescritora/
Nació en el Gran Buenos Aires en 1960. Es escritora, dramaturga, guionista de TV y colaboradora de distintos medios gráficos. Ha publicado las novelas Las viudas de los jueves, Tuya, Elena sabe, Las grietas de Jara, Betibú, Un comunista en calzoncillos, Una suerte pequeña, Las maldiciones, Catedrales y El tiempo de las moscas. En 2018, Alfaguara publicó un volumen de sus cuentos reunidos, Quién no y, en 2021, un volumen que reúne sus obras de teatro, Cuanto vale una heladera y otros textos de teatro.
Por su obra literaria, teatral y periodística, ha obtenido diversos premios nacionales e internacionales, entre otros el Premio Clarín de Novela, el Premio LiBeraturpreis, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Rosalía de Castro del PEN (Club de Poetas, Ensayistas y Narradores de Galicia), el Premio Pepe Carvalho del Festival Barcelona Negra, el Premio Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón, el Premio Negra y Criminal del Festival Tenerife Noir, el Premio Best Novel del Festival Valencia Negra y fue finalista del International Booker Prize 2022 con la traducción de Elena sabe al inglés. Como co autora, junto con Marcelo Piñeyro, de la serie de TV El reino, obtuvo el Premio Platino a Mejores creadores de series. Varias de sus novelas han sido llevadas al cine. Es una de las escritoras argentinas más traducidas a otros idiomas, lo que hace que sus libros sean leídos y disfrutados por miles de lectores en todo el mundo. En mayo de 2025 presentó La muerte ajena en la Feria del libro de Buenos Aires y otros festivales internacionales.






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