15 de noviembre
Hoy falta exactamente un mes para cambiar de década. Voy a cumplir 60 años, algo que todavía no termino de creer. Supongo que es porque, más allá de que empecé a tomar conciencia de la edad por algunos dolores del cuerpo, por dentro siento que no soy la que veo reflejada en el espejo: esa imagen donde estreno arrugas cada día y con destellos de lo que fue la cara de mi mamá.

Paradójico.
Toda mi vida intenté diferenciarme para descubrir que ella está en mí más de lo que hubiera querido. Lo digo con una mezcla rara de vergüenza y tristeza, pero a esta altura de la vida prefiero ser brusca pero sincera 😔

Acá aparece algo que me pasa cada vez más seguido: empiezo contando una cosa y termino en una historia lateral que la mayoría de las veces no viene al caso. Mis hijas hace mucho tiempo le pusieron nombre: “historias del culo”. Era lo que hacían mis padres, y ahora hago yo. Las herencias inesperadas continúan ¿quizás sea hora de reconciliarme con ellas? 🤔

Decía, antes del desvío, que dentro mío sigo sintiendo la misma curiosidad y ganas de aprender que tenía cuando era chica o más joven aunque hayan pasado sin prisa pero sin pausa 59 años y 11 meses.
¡Uf, no puedo creer haber terminado de redondear una idea! 😅

Volviendo a lo estético hay algo que no cambió: el pelo largo que llevo desde siempre.
A los 30 estaba convencida de que a los 35 (máximo 40) me lo cortaría. En mi cabeza solo Susana Giménez, mujer del espectáculo, podía llevar el pelo largo a una edad indefinida. Las mujeres “normales”, no. ¿Existía algún manual que lo dijera? No. Pero era —¿es?— lo esperable, como una convención que nadie escribió pero en la que muchos parecían estar de acuerdo.

Sin embargo, los años pasaron y mi pelo siguió ahí, largo. Quizás porque vivimos tiempos más libres, respecto a cómo elegimos vernos o quizás porque simplemente no me importó y confieso que ahora me importa menos. En toda esta movida aparecieron las canas a las que no oculto del todo y coqueteo con dejarlas ser.

Me doy cuenta que la relación relajada con la estética empezó temprano.
A los 14 descubrí a Brooke Shields y sus cejas tupidas y sin depilar. Fui la persona más feliz del planeta y voy a estarle agradecida de por vida. El dolor de arrancarse vellos para dejar una línea ridícula en la cara no era para mí. No sé si fue un acto de rebeldía o de supervivencia, pero si un alivio.

Estoy a las puertas de los 60, agradecida a la década que de a poco se va yendo y que deja una bella lista de pendientes para la que pronto voy a recibir.

Ojalá que mantenga el pelo largo, las cejas gruesas, el humor y los afectos que fui cosechando en estos años y que son los pilares de mi vida. Estoy segura que las historias de culo estarán más y más presentes aunque no lo quiera 😉 .

Gracias a la vida ❤️


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